Quiero seguir alegrándoos las vacaciones con diferentes paraísos... no quedan demasiados pero alguno queda.
Os presento "Costao do Santinho", en la isla de Florianópolis, Brasil. Se trata de un llamado "condominio", con una urbanización de preciosas casitas, formando una especie de pequeño pueblo con todas las comodidades. Existe un hotel bastante luxury, algo alejado de primera línea de playa, como debe ser para no ultrajar esa preciosidad de costa y varios restaurantes de diferentes especialidades y barcitos recoletos a la orilla del mar.
En este lugar idílico estuve una semana con mi marido y mi hijo Guillermo, en una de las casitas que os comento, descansando del bullicio de Buenos Aires y dedicándome a lo que más me gusta: pasear, leer, comer y beber... cada día íbamos a un restaurante diferente. En uno de ellos hacían cada día comida de una parte del mundo: francesa, española, brasileña... nunca comí tantas gambas...
Por las mañanas íbamos a la playa con Guille... nos tocaba perseguirle porque se lanzaba a caminar por ese arenal inmenso y a la tardecita bajábamos al barcito de la sombrilla que aparece en la foto, a tomar las caipiriñas de rigor, mi bebida favorita, y a pasear por el pueblecito.
Siempre tenemos la precaución de cerrar todas las puertas de nuestro domicilio con llave, porque a Guille le encanta "ir de expedición". Suele aburrirse cuando está algún tiempo inactivo y le va la marcha... os contaré la anécdota de esas vacaciones:
Una noche, en medio del sueño, sonó el teléfono. Nos llamaban de la recepción del hotel, lejano como a 1 kilómetro de nuestra casita. Nos decían que nuestro hijo estaba allí... dijimos que nuestro hijo estaba en la cama... Me levanté como una exhalación a su dormitorio y allí no estaba... la puerta de la casita estaba cerrada, todo en orden pero Guille no estaba... Su padre salió corriendo hacia el hotel y, efectivamente, Guillermo estaba sentado en la recepción, junto con un guarda de seguridad del complejo, riéndose, feliz de la travesura... que podía haber resultado trágica si no es por el carácter de los brasileños, las personas más cariñosas, alegres y empáticas que conozco...
Un camarero de uno de los restaurantes le había visto pasar. No se fijó en que iba en pijama, pero le siguió con la vista pensando que nosotros estaríamos con el y vendríamos detrás... el camarero del barcito de la playa, que era cariñosísimo con nosotros y sobre todo con nuestro hijo, le vió que bajaba a la playa a caminar, solo... y fue tras el. Le cogió de la mano, le llevó hasta el restaurante y llamó al hotel para contar lo que había. Llegó un guardia de seguridad y se lo llevó con el a la recepción del hotel. Allí estuvieron mirando la lista de todos los residentes en el condominio y como éramos conocidos por todos, gracias precisamente a Guille, dieron con nosotros y nos llamaron por teléfono. Eran las 2 de la mañana y todo se solucionó felizmente, pero el susto fue tan grande que aún tiemblo cuando lo recuerdo. ¿Y si nadie le hubiera visto? ¿y si le hubieran visto, pero no les hubiera importado?
A partir de ese momento, compramos un mecanismo para cerrar bien las puertas de los hoteles a donde vamos acompañados por nuestro hijo, porque, lamentablemente, casi ningún hotel posee mecanismos de seguridad para evitar que los niños abran las puertas cuando sus padres duermen.
Siempre estaremos agradecidos a esos empleados del lugar, pendientes de la gente que los necesita, siempre con una sonrisa en los labios, algo generalizado en los brasileños, felices simplemente por el hecho de estar vivos. Adoro Brasil y sobre todo, adoro a sus gentes, por este episodio y por otros que ya contaré otro día...
6 comentarios:
ya veo que te estas aburriendo en este verano..
Me alegro de que lo estes pasando tan sumamente bien.
Un abrazo y besos.
En realidad yo no me aburro nunca, no tengo conciencia de haberme aburrido jamás, siempre encuentro algo que me distrae...
Lo que estoy es muy tranquila, esperando que llegue el 14 para volver a quedarme de vacaciones y estar con la familia, que es lo que más me gusta.
Lo que sí está muy apacible es este lugar, todos de veraneo, y los que quedamos, ya ves, recordando cosas de la vida y escribiendo sobre temas agradables, que para cosas desagradables ya tendremos tiempo... y apetece desconectar de la política y aledaños.
Un besito.
Vaya con el Guille, ¡qué instinto!
Suena como un entorno muy humano, ¡qué hermoso!
El Guille es todo un personaje, algún día lo conocerás... le gustaría hacer la vida por libre, el piensa que puede y le molesta mucho estar inactivo y aburrido, así que cuando tiene oportunidad (y esa noche la tuvo), se las pira, con lo que su padre anda en un ay todo el día, porque, lamentablemente, es como Tomás, no tiene conciencia del peligro.
Pero es un personaje, de verdad...
Brasil, Argentina, países bellos como pocos. Además de unos paisajes y ciudades bellísimas, tienen algo que los hace únicos: Buena gente.
Salud y República
Que reseña de lugar tan agradable y que historia tan humana y entrañable; por vosotros, por vuestro querido hijo y por las buenas gentes que son siempre las más.
Un abrazo.