•11:50
¿Para que sirve nuestra monarquía?
Hoy he leido en el blog de Maripuchi (recomendable por su variedad y heterodoxia) un post con información sobre el dinero que nos cuesta mantener esta monarquía.
He manifestado mi opinión al respecto desde mi blog y en diferentes foros a los que he accedido. Me considero republicana de corazón y de razón.
Y desde esta afirmación inicial, expongo el por qué de mi conclusión.
Esta monarquía actual fue impuesta por el régimen anterior, saltándose la continuidad dinástica en contra de su legítimo heredero, que era el padre de nuestro actual rey. Los que votaron esta decisión fueron las antiguas Cortes, en las que centenares de palmeros o culiparlantes (me apropio la excepcional definición del gran Carandell, cronista parlamentario inolvidable) que pasaban algunas horas de su vida en la Carrera de San Jerónimo aprobaban cualquier cosa que les propusiera el jefe del estado o cualquiera de sus ministros.
Cuando murió el dictador hubo quien se preguntó qué pintaba un rey, lo veían como un anacronismo. Otros lo deploraban porque no querían que el régimen cambiara y lo consideraban punto menos que deficiente mental. Y la mayoría... pues no dijo nada, que más daba uno que otro.
Durante la transición tuvo una gran importancia al parar, o al menos eso nos dice la historia, una intentona golpista sonrojante y peligrosa, con lo que muchos nos convertimos, si no en monárquicos si en juancarlistas.
Y en ese papel, incómodo en un principio y más que cómodo desde entonces, vive nuestro rey.
De vez en cuando nos da un discurso, suele coincidir con Nochebuena y solamente se dedica a labores de representación, viajes, comidas, regatas, fotos familiares, entregas de premios... o sea, ná de ná. Porque para hacer solamente eso nos sale pero que muy oneroso. Porque le pagamos a él y a toda su familia y allegados pasados, presentes y futuros.
Si aquí hubiera un presidente de la república, el gasto sería muy inferior y además le cambiaríamos cada período electoral o no, dependiendo de su trabajo y buen hacer. No sufragaríamos a toda su parentela por no hacer nada. Al rey no le podemos votar... pero si le deberíamos botar por no hacer su trabajo.
En estos momentos de gran crispación política, provocada por un partido que no ha admitido perder unas elecciones en el juego democrático que nos dimos hace casi 30 años; en que se está produciendo una brecha (que creíamos cauterizada) entre los españoles, instigada desde los despachos de algún político; en que cuando todos deberíamos parar al enemigo común, o sea ETA, unos tildan a los otros de las mayores bajezas; en que la inmoralidad se ha adueñado de los que deberían ser ejemplo de decencia: los políticos que más apelan a la moralidad por sus creencias religiosas son los que más mienten, insultan y olvidan los hábitos democráticos ciudadanos... ¿qué hace el rey? ¿qué hace la máxima autoridad del país?.
Debería llamar a conversaciones a los responsables de este desaguisado, debería hacer algo más que ser un diletante.
Porque todo el respeto que se le tenía, se está perdiendo a pasos agigantados. Porque no vamos a querer que la dinastía continúe, total para lo que vale... Porque si no dice nada ahora, los que no estamos de acuerdo con la estrategia de crispación, que somos mayoría, vamos a salir a la calle a manifestarnos, ahora que está tan de moda, para pedir que los millones de euros que nos cuesta al año el sostenimiento de la familia real se reparta en los presupuestos generales del estado para cosas que si son útiles y sociales. Yo no tendría inconveniente en sugerir una lista de necesidades.
Hoy he leido en el blog de Maripuchi (recomendable por su variedad y heterodoxia) un post con información sobre el dinero que nos cuesta mantener esta monarquía.
He manifestado mi opinión al respecto desde mi blog y en diferentes foros a los que he accedido. Me considero republicana de corazón y de razón.
Y desde esta afirmación inicial, expongo el por qué de mi conclusión.
Esta monarquía actual fue impuesta por el régimen anterior, saltándose la continuidad dinástica en contra de su legítimo heredero, que era el padre de nuestro actual rey. Los que votaron esta decisión fueron las antiguas Cortes, en las que centenares de palmeros o culiparlantes (me apropio la excepcional definición del gran Carandell, cronista parlamentario inolvidable) que pasaban algunas horas de su vida en la Carrera de San Jerónimo aprobaban cualquier cosa que les propusiera el jefe del estado o cualquiera de sus ministros.
Cuando murió el dictador hubo quien se preguntó qué pintaba un rey, lo veían como un anacronismo. Otros lo deploraban porque no querían que el régimen cambiara y lo consideraban punto menos que deficiente mental. Y la mayoría... pues no dijo nada, que más daba uno que otro.
Durante la transición tuvo una gran importancia al parar, o al menos eso nos dice la historia, una intentona golpista sonrojante y peligrosa, con lo que muchos nos convertimos, si no en monárquicos si en juancarlistas.
Y en ese papel, incómodo en un principio y más que cómodo desde entonces, vive nuestro rey.
De vez en cuando nos da un discurso, suele coincidir con Nochebuena y solamente se dedica a labores de representación, viajes, comidas, regatas, fotos familiares, entregas de premios... o sea, ná de ná. Porque para hacer solamente eso nos sale pero que muy oneroso. Porque le pagamos a él y a toda su familia y allegados pasados, presentes y futuros.
Si aquí hubiera un presidente de la república, el gasto sería muy inferior y además le cambiaríamos cada período electoral o no, dependiendo de su trabajo y buen hacer. No sufragaríamos a toda su parentela por no hacer nada. Al rey no le podemos votar... pero si le deberíamos botar por no hacer su trabajo.
En estos momentos de gran crispación política, provocada por un partido que no ha admitido perder unas elecciones en el juego democrático que nos dimos hace casi 30 años; en que se está produciendo una brecha (que creíamos cauterizada) entre los españoles, instigada desde los despachos de algún político; en que cuando todos deberíamos parar al enemigo común, o sea ETA, unos tildan a los otros de las mayores bajezas; en que la inmoralidad se ha adueñado de los que deberían ser ejemplo de decencia: los políticos que más apelan a la moralidad por sus creencias religiosas son los que más mienten, insultan y olvidan los hábitos democráticos ciudadanos... ¿qué hace el rey? ¿qué hace la máxima autoridad del país?.
Debería llamar a conversaciones a los responsables de este desaguisado, debería hacer algo más que ser un diletante.
Porque todo el respeto que se le tenía, se está perdiendo a pasos agigantados. Porque no vamos a querer que la dinastía continúe, total para lo que vale... Porque si no dice nada ahora, los que no estamos de acuerdo con la estrategia de crispación, que somos mayoría, vamos a salir a la calle a manifestarnos, ahora que está tan de moda, para pedir que los millones de euros que nos cuesta al año el sostenimiento de la familia real se reparta en los presupuestos generales del estado para cosas que si son útiles y sociales. Yo no tendría inconveniente en sugerir una lista de necesidades.
2 comentarios:
España no será nunca una verdadera democracia hasta que todos sus cargos representativos sean eso, representativos.
Y eso incluye, evidentemente, la máxima representación del país que es la Jefatura del Estado.
Un saludo.
Totalmente de acuerdo hasta que nuestro país asegure que mi hijo y el tuyo pueden optar y ser jefe de estado, digo hijo o hija, no podemos hablar de democracia, lo normal es que podamos elegir democráticamente a nuestro jefe de estado y hacerle trabajar en situaciones como la irracionalidad del PP. un saludo